LA CHANCHA DE TIA
LACHA
Heberto Guillermo Corea Guerrero
Heberto Guillermo Corea Guerrero
Doña Lazara Chavarría, mujer de
tez morena, rostro terso, el fogón ha dejado marca en su rostro, es la
administradora de la comida de sus chanchos, no lo hacía porque le sobraba el
tiempo, no la hacía por su chancha preferida, en el último parto de una de sus
chanchas, la pinta había parido siete chanchitos, seis machos y una hembra, esa
hembrita era su vida, ya que sin obtener diagnóstico veterinario, ella sabía
que había salido loquita, Si, una chancha alocada, desde tiernita se movía de
un lado para otro, no tenía quietud, se revolcaba en todo charca sin control
alguno.
En esa época las calles del
pueblo de Nagarote, principalmente la calle que pasaba por donde don Abel Martínez
eran puro charca, los chanchos andaban sueltos por doquier, las gallinas
picoteaban las lombrices de las charcas, se le subían a los cerdos en sus
lomos, se picoteaban entre ellas por alimentos. Esa paz aparente desaparecía
cuando hacia presencia la chancha de tía Lacha, ya que ella se convertía en la
dueña y chancha de las charcas, con sus alocados movimientos no dejaba
descansar en las charcas a los otros chanchos, hasta que doña Lacha la llamaba
con su “CURRUCHITA CURRUCHITA” la chanchita dando saltos a lo loco se dirigía
hacia donde doña Lacha, quien le ponía una soga al cuello e inmediatamente
cruzaba el mecate en sus dos piernas delanteras para que no se ahorcara con sus
saltos alocados.
Por las noches le ponía suero en
su cubeta, para que se durmiera tranquila y si despertaba hiciera uso de la
cubeta de suero y se volviera a dormir. En esas épocas la vida nocturna del
pueblo iniciaba a las seis de la tarde y terminaba a las nueve de la noche, no
existía luz eléctrica, la gente se alumbraba con candiles otros con palos de
ocote, las calles eran absolutamente oscuras, sólo la luna las alegraba en luna
llena.
Siempre en todo pueblo había
borrachines debido a que en esa época, años 30, la fiesta de las bodas
dilataban tres días, los familiares era costumbre tomar licor durante los tres
días, la víspera del casamiento, el día de la boda y la despedida de los novios,
esos días se amanecía en las calles, pero también existían jóvenes maldosos que
se reían de sus mismas Bandidencias, donde doña Lacha no faltaba un sobrino, “Pedro
negro”, era tan malo que su vida era estar ideando maldades, así se le ocurrió
soltar de noche a la chancha de tía Lacha, en su primer noche hizo alarde con
los bolos, los persiguió, los bolos caían y la chancha hacia su alarde
brincando sobre ellos, fue tan alarmante esa noche que todo el pueblo murmuraba
lo que la chancha de tía Lacha había hecho, se hizo tan famosa la chancha, que
esa calle se volvió solitaria por las noches, ni los bolos mucho menos los
sanos transitaban de noche por dicha calle. En el pueble fue famosa la frase
lapidaria “Cuidado con la chancha de tía Lacha”.
Cuentan que un día domingo 21 de
abril del año 31 a eso de nueve de la mañana, las mujeres estaban saliendo de
la misa dominical y doña Juana Aguilar, madre del finquero mayor del pueblo, todavía
venia rezando el rosario, con sus manos venía contando las pelotitas del
rosario, nunca se acordó de la bendita chancha, de pronto la chancha la
embistió, la boto al suelo, y el grupo de damas que venían detrás de doña Juana,
ahuyentaron a la chancha de tía Lacha. Resultado, un brazo quebrado de doña
Juana.
Al amanecer del lunes 22 de Abril
de 1931, la chancha de tía Lacha, amaneció con dos machetazos en la nuca y la
frase lapidaria, se hizo más famosa “Cuidado con la chancha de tía Lacha” ese
fue el mal apodo que le duró hasta el fin de sus días al finquero hijo de doña
Juana Aguilar.