FRAY ANTONIO DE CIBDAD REAL- 1586

 

RECOPILADO POR Heberto Guillermo corea guerrero

FRAY ANTONIO DE CIBDAD REAL- 1586

 

Viaje de Fray Alonso Ponce desde México a Nicaragua, siendo Antonio su secretario Cronista.

Comisario General de la orden de San Francisco en la Nueva España

 

 

Martes diez y siete de Junio (regreso). salió el padre Comisario de madrugada de Managua, y andada una gran legua por el atajo por donde había ido a la ida, al subir de la cuesta Junto a la fuente que va a dar a la laguna de León (como tan grande la obscuridad, así por atrás queda dicho), era estar el cielo muy nublado como por la alta y estrecha montaña que allí hay, y por la estrechura del camino, que aunque los que iban delante llevaban unos paños blancos en las espaldas que servían de farol a quien los de detrás siguiesen, no bastaba esto para verlos y seguirlos; estaba el camino todo ahoyado y lleno de barranquillas, que con la demasiada agua que había llovido y robado la tierra se habían hecho,  y así iban todos los frailes a grandísimo peligro y con recelo de caer y hacerse pedazos, porque a la banda del Sur había monte alto y ninguna anchura, ni aun lugar para apartarse ni salir del camino, y a la del Norte estaba pegada con el mesmo camino una profundidad temerosa, y cualquiera que por allí cayera fuera imposible escapar, si no fuera por milagro. En este mal paso, y a esta sazón y coyuntura cayó fray Pedro de Sandoval con la bestia en que iba, y fue milagro quedar vivo, pero quiso Dios que cayese hacia la parte del Sur, y así no se hizo daño ninguno, que, a caer a la otra parte, sin duda que pusiera en trabajo a los demás de llevarle a enterrar a Managua, donde está enterrado don fray Antonio de Zayas, fraile nuestro, Obispo que fue de aquella provincia y Obispado. Sucedió juntamente con esto que queriendo el mulato de San Salvador, que iba detrás de todos, pasar adelante a ayudar al Sandoval, como el camino era estrecho fue forzado a meterse con una yegua que llevaba entre los caballos, los cuales, aunque se alboroto un poco, presto se quietaron como si consideraran el peligro común en que estaban de despeñarse en aquella hondura, lo cual era muy verosímil que sucediera si su alboroto pasara adelante. Subida y bajada aquella cuesta amaneció, y andadas en todo tres leguas y media, llegó el padre Comisario poco después de salido el sol al pueblo de Matiare; no se detuvo en él más de hasta tanto que le dieron un calabazón de agua y un indio que le subiese a lo alto de la cuesta alta y empinada que está allí junto; subióla el padre Comisario con la fresco, y así no se le hizo muy trabajoso, despues comió un bocado con sus compañeros y bebió de aquel agua, y vuelto el indio a su pueblo, prosiguió él su viaje, y andadas otras tres leguas y medio llegó al poblezuelo de Nagarote, donde se detuvo todo aquel día. Llovió tanto en aquel pueblo desde las tres de aquella tarde hasta que los del pueblo se pensaron anegar, pasada medianoche, el aposento donde estaba el padre Comisario era tan chico y estrecho, y tenía tantas goteros que no había en él lugar seguro del agua, y así no pudo dormir ni descansar en toda la noche.

Cuando a la ida pasó por aquel pueblo llegó allí a aquel aposento un indio pequeño de cuerpo y mal vestido, aunque en hábito de español, y mandándole un fraile que tomase

una escoba y barriese el aposento, mostró afrentarse dello, diciendo que él era corregidor y no había de hacer aquello, pero que lo mandaría á quien lo hiciese, y así se hizo. Despues a la vuelto preguntó el padre Comisario por aquel indio corregidor, y mondó a otro que le llamasen paro verle, fue el alcalde por él, y trajo un indio muy alto, zapatero y curtidor del pueblo, muy diferente del otro; de suerte que por corregidor entendieron curtidor. Con esto manera de gracia pareció poner en este lugar otra, aunque diferente, que un muchachuelo medio español, que servía a los frailes tenía en el convento de Granado, tan rara y particular que ponía espanto, y es que remedaba y contrahacía tanto a los gatos, así a los chicos como a los grandes, á hembras y á machos cuando andan en celo, y cuando riñen, que a unos y a otros a cualquiera hora de día y de noche los hacia venir así.

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