EL RIO LAS TRANQUITAS. Heberto Guillermo Corea Guerrero


EL RIO LAS TRANQUITAS. Heberto Guillermo Corea Guerrero
Yo recuerdo que para el año 1960, Nagarote tenía como límite urbano en su parte Este, un rio denominado de distintas formas: Rio las Tranquitas en sus inicios. Iniciaba con unas seis vertientes que brotaban en su mayoría en la finca de los Hermanos Aguilar, Antonio y Luis Felipe Aguilar, y unas dos vertientes que brotaban en la finquita de Rogelio Martínez. En sus inicios donde don Rogelio se había formado una posa conocida como la posa de los cusucos, la llamábamos así, por cada vez que llegábamos a bañarnos, ya encontrábamos a Raúl y José Montes, “los cusucos” bañándose; esta posa se mantenía oscura de tanto chapalear agua los cusucos, hasta que salían con espumas en el pelo, ellos murrucos y el lodo de la posa hacía brotar grandes cantidades de burbujas que incrustaban en el pelo de los hermanos montes. Nosotros (Jorgito Chicana, Teodorín, Changuelo, Chimino, Orlandito, Chente, Julio) teníamos que dejar que se asentara el agua para podernos meter, esta posa fue la primera que desapareció. Luego se adentraba a la finca de los hermanos Aguilar, la cual era una finca de frutales, muy frondosa y en ella se había formado un arrollo que en invierno recogía toda el agua de lluvia que venía de las montañas del Sur de Nagarote, ese arrollo en verano únicamente quedaba con el agua de la vertientes que brotaban de sus orillas y formaban el rio las tranquitas. Al salir de la finca de los hermanos Aguilar el rio se topaba con el camino que lleva a la finca de doña Ventura Martínez y de su sobrino, (hoy sus herederos) cuidada por CHUZÓN; en dicho cruce se formaba un bonito rio, donde cantidades de familias Nagaroteñas, llegaban con su hijos, nietos sobrinos y vecinos a lavar la ropa de la familia y por ahí a darse un chapuzón.  En ese lugar había una gran cantidad de árboles inmensos, de los que sobresalían los mangos de todo tipo, mangos lisos, mangos tablitas, mangos mechudos, zapotes, nísperos, nancites de todo tamaño.  Dichos árboles servían en muchas ocasiones de trampolín para los más osados y cuando se les quebraba la rama, “hay mamita para que te cuento”.  Qué lindo era ver aquellas señoras con su pelo largo blanco y en vestido, balanceándose al ritmo del movimiento cadencioso que produce el lavar ropa, el golpe que se le daba a la ropa sobre la piedra para poder sacarle la mayor cantidad de agua antes de tenderla, se escuchaba tan armónico, que el oído apreciaba una canción orquestada por las lavanderas del rio en tono de fa mayor. Por la tardecita se iniciaba el viaje de regreso, ya la ropa seca, envuelta en una sábana o metido dentro de un costal y, en muchos casos dentro de un carretón jalado por los chavalos. Me acuerdo muy bien de Jesús Bone Navarrete jalando el carretón, cantando y su mamá doña Filomena cargando los enseres que se utilizaban para lavar. Me acuerdo de la esposa de Don Virgilio Palacios García, doña María Luisa Rueda, que llegaba con sus nietas a lavar la ropa de su familia, dice mi esposa, que ella acompañaba a doña María Luisa al rio, pero yo no me acuerdo de ella. Llegaba también doña Anita Palacios, la mamá de Antonio y Julio Gómez, posteriormente ella pasó a ser la dueña de los mangos que mencioné en líneas anteriores; pero es importante contar, que todavía en esa época se nos permitía cortar mangos para comer, lo que no se nos permitía era apalear el árbol, ni llevar cantidades negociables, ahora te matan por un mango. El que era más duro con las frutas era el señor Martínez de la finca de doña Ventura, ese hasta disparaba sobre los intrusos para asustarlos, una vez me encontró arriba de un palo de mango caraña y me pedía que me bajara, yo no me bajaba por que estaba con un garrote esperándome, al verme en aprietos Chicanita y Teodorín, se metieron a cortar aguates y, decidieron por esa fruta,  por que esa era la fruta que más cuidaba, ya que los Martínez vivían del limón y del aguacate;  al darse cuenta  Martínez que le estaban robando los aguacates, salió gritando improperios a los intrusos roba frutas, por lo que yo me lancé del palo de mango y al caer se me dobló el pié, no le tomé importancia y salí en guinda hacia las tranquitas, al llegar al rio me di cuenta que me había zafado el pié, esperé a Chicanita y a Teodoro, quienes una vez en el rio y, al verme llorando, me tomaron de los hombros y me llevaron donde Pedro Montes, quien vivía a unos seiscientos metros de las tranquitas. Ese día lo encontramos con sus trago entre pecho y espalda, sólo escuche que dijo, tráiganmelo para acá, me sentó en un taburete, me embadurno el pié de brillantina, de esa que se usaba para peinarse en esa época, e inicio guiñándome los tendones del pié, los míos eran alaridos los que pegaba, “aguante pendejo me gritaba, quien lo mandó andar jodiendo”; yo sudaba como pedrero sacando piedras.  De donde Pedro Montes salí vendado y renqueando, pero el pié fue sanado, esa sanación de Pedro Montes era brutal, pero el jodido lograba enderezar todo lo zafado. 
Sigamos con el Rio.   Este mismo rio las tranquitas a unos trescientos metros del cruce del camino hacia donde los Martínez hacia el Norte, formaba la  Poza de Quimín. Esta era un balneario ya para hombres mayores, era una poza de más de un metro de hondo, tenias que saber nadar para bañarte en dicha poza, ahí se mantenía bañándose, jiñocuago, Chilote, Caliguate, Chocoyo, la Ardilla, el Conejo, Calzoncillo, la Rana, Tío tapa, Cinturita, Chancleta, Rigonagua, Cucaracha, Toño Chinche, Sandunga,  Perro sin dueño, Cucamba, Checho Pérez, Chicho,  La coca leca, Pan Suave, La piluncha, Niño Dios, (a este le decían así porque era tan feo que no cabía ningún mal apodo), el Chulo, el Chino del chulo, la marioneta, Candil de la calle, Soro peta, Firuliche, Gallo ronco,  el tigre, la guacha,  la burra, ninfo,  el medio padre, pacho, judas, cara bonita, sindulfo, chaca, chachalaca; Chiricano, Darío O, cocodrilo, Pichan, el cenizo, la corneta; qué bonito, de seguro que a ninguno de esos los conocen, pero no importa sigamos con el rio.
A unos doscientos metros hacia el norte de la poza de quimín estaba el camino que llevaba a la careadora, esa era la entrada principal a Nagarote viniendo de Managua, aunque todavía no había carretera, lo importante es que en ese cruce se había construido un puentecito pequeño con dos alcantarillas, las que del lado de la caída del agua hacían una bonita posa para baño de niños, ahí nos bañábamos nosotros también, nada más que teníamos que aguantar a los hijos de don Pancho Palacios quienes se apoderaban de la posa y no dejaban que nadie se bañara y, como les quedaba a la orilla de su casa, ellos se creían dueños. Luego el rio enrumbaba hacia el Este, cruzando la finquita de don Tránsito Vela Vallecillo, hasta llegar a la calle que venía de la Iglesia y que ese era su final, hasta allí llegaba la calle, uno tenía que cruzar sobre las piedras para adentrarse a la finca de don Chicho Gallo a unos cincuenta metros, luego el riachuelo, cruzaba la finca de don Chicho gallo en su parte trasera y llegaba al puente del Ferrocarril, en donde se hacía otra poza de la cual se adueñaba Manguera ( José Gallo),  sus hermanos y Juan Orol con la pandilla de los Mantillas, porque daba al patio de la casa de donde ellos vivían. El riachuelo se enrumbaba hacia el Noreste, pasando por la finquita de los García, hasta topar con el cauce que recibía las aguas de lluvia de Nagarote y que se iniciaba en la casa bodega del ferrocarril, (Hoy Cuerpo de Bomberos de los Mantillas). Ese riachuelo enrumbaba hacia el Norte, hasta formar el Rio el Obraje y este llegaba a caer al lago, en la parte de las Chirisas, donde doña Julia Bone cuidó casi cincuenta años, doña Julia es la madre de Rodrigo Bone, quien fue el que nos enseñó de forma completa el trayecto del rio de la anécdota.

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