LA HISTORIA DEL NIÑO. Heberto Guillermo Corea Guerrero


LA HISTORIA DEL NIÑO. Heberto Guillermo Corea Guerrero
En el año 1974 en el mes de Diciembre, nació PAMAYO, hijo de la Petrona de Chendo, quien era hijo de don Juan Pablo, el padre de Palín. La Tona estaba pariendo su primer hijo, a los dieciocho años; luego llegaron ocho hijos más, este su primer hijo nació prematuro con muy poco peso, no le dieron esperanza de vida y sólo le dijeron que se lo llevara a su casa para que muriera el niño en su casa. Fue así que llegó la noticia al movimiento de cursillistas de Nagarote y se decidió enviar al que escribe estas líneas y a Eduardo Saavedra Gómez a visitar la casa de Chendo. Llegamos una tarde a eso de las cinco de la tarde de un día viernes, le pedimos a don Juan Pablo que se nos permitiera ingresar donde estaba el niño; se nos permitió, y lo que vimos fue muy triste. Un niño de dos días de nacido casi del tamaño de mis dos manos juntas, envuelto en una sabanita blanca. Eduardo al ver el niño, cayó de rodillas, y me dije a mi mismo, ya se quebró las rodillas Eduardo, al instante que cayó inició una oración pidiendo por el niño de la Tona, esa oración fue acompañada por el llanto de Eduardo, o sea que oraba llorando, así duró casi dos horas la letanía, aunque la repetía una y mil veces más, no se detenía, estaba como poseído por la oración. Todo preocupado volví a ver hacia atrás y logré con un movimiento de la cabeza que se me acercará Palín, a quien le encomendé la misión de ir a lo inmediato a la casa cural que quedaba a unas dos cuadras y media de donde estábamos y que le dijera al primero que encontrara que decía yo que necesitamos ayuda para orar, con el mensajero llegaron cinco más, quienes al llegar y al ver a Eduardo hincado, procedieron a hincarse y a orar. Yo lo había hecho porque me había dado miedo al ver a Eduardo en el estado emocional en que había caído. Claro que la llegada de los compañeros de oración hizo que Eduardo reaccionara y, al poco tiempo se fue calmando hasta quedar silencio cabizbajo, yo me le acerque hincado y al verme me dijo, hermanito ese niño tiene que vivir, si le respondí yo, pero tenés que salir un momento a tomar aire, me hizo caso, quizás debido a su cansancio se levantó y nos fuimos a la cocina de la casa que era de palma, en ese momento le conté que habían llegado cinco compañeros a orar y así llegamos hasta las ocho de la noche, nos despedimos de la familia y nos comprometimos a llegar al día siguiente a las cinco de la tarde. Eduardo pasó orando durante diez días junto a la tijera de sacos donde estaba el niño. Este niño vivió, nunca pudo hablar, camino hasta los tres años y dejó de ser niño a los diez años que le dieron un trago de guaro lija en una vela vecina.
Cuando PAMAYO tenía doce años ya se picaba en la miel de los pajaritos, ya picado se sonreía, gritaba, “viva PAMAYO joido” el licor lo hacía sentirse alegre, pero al rato caía en la calle o en las aceras bien borracho, en los primeros años su papa Chendo lo andaba buscando y se lo llevaba para su casa, pero se aburrió y PAMAYO pasaba semanas durmiendo en las calles, cada vez que se levantaba de donde estaba dormido al primero que pasaba se le pegaba detrás, tío, tío, un pesito, así vivió 37 años, parecía un viejito de ochenta años cuando murió. Me acuerdo que Eduardo para el año 2000 me dijo, te acuerdas de PAMAYO tiernito, y yo le respondí, que decís vos valió la pena el sacrificio de la Oración, y me respondió: claro que si jodido, no ves que todavía está vivo.  Eduardo, murió primero que PAMAYO, llegó a ser Diputado.
A la memoria de EDUARDO SAAVEDRA GÓMEZ y de PAMAYO

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