NOCHE MARAVILLOSA.
Heberto Corea Guerrero 13/12/2012
Doce de diciembre,
día viernes, llegue cansado del viaje, del trabajo, de la cotidianeidad, la única
alegría que sentía en las entrañas, era mi carta renuncia para ingresar a
jubilación ese día no lleve mi carrito de 16 años, el bus arribó a las dos y cuarenta
y siete minutos de la tarde, llegue a mi casa faltando dos minutos a las tres, abrí
la puerta, puse mi cartapacio, me vi en el espejo, mi casa estaba vacía, bueno
ya sólo vivimos tres personas, la señora, mi hijo de diecisiete años y el susodicho.
Escuche música
de chicheros pero triste, salí a la puerta y observé grupo de gentes en la
panadería, “0h me dije a mi mismo, murió la señora Aguilar” pensé eso, porque
sabía que la esposa de Mora estaba grave; de inmediato me fui al entierro, me
acerque al primer conocido, con ganas de que me preguntara “Que milagro estas
temprano”, yo quería gritar mi decisión que en esos instantes se traducía en
libertad….. Soy libre, no quiero ser esclavo del tiempo, ni verle la cara a
ningún jetón que se considera hijo del altísimo y nos considera a nosotros
hijos del bajísimo.
Con esos
pensamientos saludé al amigo, de pronto las personas se levantaron y se acomodaban
para darle paso al cortejo fúnebre, igual fue mi comportamiento, al pasar el
cortejo, me fui detrás platicando con Enrique Gallo, al llegar a la Iglesia, se
me acercó mi señora y una de mis hijas, no me preguntaron qué hacía tan temprano
en casa, yo ya tenía la repuesta a flor de labios “ Renuncié para jubilarme”,
pero no logré gritarla…Vale más, quizás se hubiese oído de mal gusto en el
entierro. En ese momento decidí no ingresar a misa, así se lo manifesté a Argentina,
quién me asintió con un movimiento de cabeza y su gesto correspondiente.
Me regrese a
casa, ingrese, y me fui a la cama a descansar, cuando llegaron del funeral
Argentina y Yaneli, me levanté y con una sonrisa de esas que le quitan el
estrés hasta a cuatro, les dije, “soy libre”, pusieron cara de asombro. “Claro
esa sensación de libertad sólo el que se retira del trabajo para jubilarse la
siente”. Les conté de mi decisión adelantada, porque yo le había manifestado a
Argentina que trabajaría un año más, y le dije, mañana mismo voy a León a
ingresar mis documentos al Seguro Social, acuérdate que mañana es sábado, sería
hasta el lunes me dijo Argentina en tono serio.
Se dieron la
seis de la tarde, en ese mismo momento tomé una silla mecedora y la saque a un
pequeño pórtico que da a la calle, que alegría en mi interior, el verme sentado
libre de no volver a salir a trabajarle a nadie en calidad de trabajador, ya no
quiero tener patrones. Si ustedes supieran que alegría siento al escribir esta
prosa. Esa noche vi pasar a mucha gente y las miraba alegres, les decía…adiós a
los más conocidos... Llegaron las diez de la noche, metí la mecedora, cerré la
puertas y mi acosté.
De pronto pasó
un borracho por la calle gritando sandeces, una moto acelerando al fondo su
mayor velocidad, unos gritos de mujeres inentendibles, me levanté para darme
cuenta que pasaba, los gritos eran como a las dos cuadras, mujeres tomadas de
licor peleando por un chulo, me volví a acostar, de pronto una aullaría de
perros insoportables, salgo al pórtico y veo frente a mi casa una perrita
pekinesa en estado de celo y más de diez perros disputándose el olfateo de su
lugar deseado, les tuve que aventar palos para que se retiraran.
Ya eran las
doce y yo todavía despierto, me fui a acostar, en el instante sobre el techo
dos gatos en estados furiosos intentando pelearse y una gata maullando,
esperando al vencedor. Desgraciados gatos, dije enojado, salí al patio y les
aventé agua sobre el techo, se fueron, volví a acostarme, me acurruque hacia la
derecha, para dormir feliz, de pronto una balacera que se escuchaba para el
lado de la panadería. “Ah me dije” se están robando la fruta de la finquita y
el dueño está repeliendo el robo con su escopeta, pero los ladrones le
respondían con triquitraca.
Se calmó la
balacera, de pronto las sirenas de la policía rondando las calles aledañas y yo
vivo en ellas, bueno se calmó la persecución de la policía. Eran ya las tres de
la mañana, por fin me quedé tranquilo dispuesto a dormir, de pronto un radio a
todo volumen con música corta pulso y se escuchaba en mi acera, me salgo y veo
al CPF vecino sentado en la acera de mi casa y cuando me le acerco a suplicarle
que le bajara el volumen de su radio, me dice: Hay amigo que noche más alborotada.
En el momento que el locutor espeta “cuatro y diez minutos de la mañana”. Di la
vuelta. Ingrese a mi casa y me quede sentado en una mecedora. Ahí amanecí hasta
las seis de la mañana que inicia el nuevo día en mi casa.
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