TRILOGÍA DE UN JUBILADO.
Heberto Guillermo Corea Guerrero. 10/12/2016
I
Santiago Robelo Zapata, cuarenta y dos años de
trabajo, su edad es una incógnita, dice que quiere ser como su tío Servando,
llegar a ciento cuatro años, su trajín durante esos años, era: Levantarse a
las dos y media de la mañana, directo al baño, se mudaba, aunque no
necesariamente se cambiaba de ropa, aliñaba, desayuno y almuerzo, a las tres de
la mañana salía hacia la calle central del pueblo, a esperar el primer bus o
cualquier aventón que saliera. Él tenía que estar a las cinco de la mañana en
su trabajo, ubicado en el inicio de la loma. A su llegada iniciaba su labor limpiando
su taller, acomodando piezas de cocinas de gas butano, en esa labor le daban
las siete de la mañana, buscaba su aliño y tomaba su desayuno, previo limpieza
de sus manos, para la limpieza es muy meticuloso, desayunando contemplaba la
llegada de sus compañeros de trabajo, quienes lo saludaban muy cariñosamente,
todos le guardaban mucha consideración, respeto, tanto por su personalidad,
como por la seriedad con que tomaba su trabajo. Salía normalmente de su trabajo
a las seis de la tarde, trabajaba por su libre voluntad trece horas diarias.
II
Llegó el día de su jubilación, le pidió a la
empresa llegar normal al trabajo, hasta que le saliera su resolución de
jubilación, la cual normalmente duraba tres meses, la empresa asintió con
beneplácito, llegó a su casa ese día que había ingresado su baja con la carta
para el Seguro Social de León, cabizbajo, le contó a su esposa “Mujer, me
decidí” la esposa contenta, murmuro quedita “está bueno”. Al día siguiente se
levantó a las dos y media de la madrugada, se bañó y se dirigió a la calle
central del pueblo a tomar el primer bus para León o cualquier aventón furtivo
que le saliera, ya que no controlaba la salida de vehículos en la madrugada
para León. Ese día llegó caminando desde la parada de los buses de Nagarote
hasta la delegación del Seguro Social de León, se lanzó a pie tres kilómetros,
y llegó a las seis de la mañana a dichas oficinas. Fue el primer número, pero
los funcionarios iniciaron a llamar a las ocho y cuarenta y cinco minutos de la
mañana. Ingresó a la oficina luego del llamado, “El número uno”. Tomó el
asiento que le ofrecieron, las dos jóvenes todavía se estaban organizando y al
cabo de diez minutos lo llamaron para ser atendido. Se acercó al escritorio y
extendió la mano donde tenía la carta de la empresa, la joven se la recibió,
asintió con la cabeza y le dijo: De todos los documentos que trae, por favor salga
a la calle y a la media cuadra le saca dos fotocopias y se toma la foto tamaño
carnet, ahí le darán cuatro, usted nos entregará dos fotos. Ah, le dijo la joven,
cuando regrese pase sin esperar llamado, a entregar sus documentos. Salió,
llegó al lugar, y cumplió con lo indicado, llegó de nuevo a la oficina a la
media hora de haber salido, entregó los documentos y firmó los documentos que
le pusieron sobre el escritorio, al firmar le dijeron, nosotros le avisaremos o
bien usted puede preguntar a este número de teléfono. Salió del Seguro Social y
se dirigió de nuevo a pie a la parada de los buses, estaba tomando el bus de
las once de la mañana, compró una bolsa de chicha, se la tomó, el bus arrancó, bajándose
a las doce y treinta minutos en la calle central para dirigirse hacia su casa,
llegó almorzó y por primera vez en cuarenta años, hecho un pelón al mediodía en
días laborales.
III
Se levantó al día siguiente a las dos y media de la
mañana, se bañó, tomó el aliño y se dirigió a las tres de la mañana a la calle
central para dirigirse al trabajo, llegó a la calle, caminó hacia la carretera,
llegó a la carretera, de pronto divisó una camión cisterna de la empresa donde
laboraba, el chofer al verlo pitó y detuvo la marcha parqueándose a esperarlo,
de pronto Santiago, levanta su mano derecha y le hace de seña que no, que siga
su viaje, le da a entender que va hacia León. El chofer entiende y se marcha, Santiago
vuelve a ver el puente, avienta el aliño al cauce y se dice: “Que puta voy a
hacer a la empresa, si yo ya estoy jubilado” se regresó hacia la población y
anduvo caminando dentro de la población dos horas, llegó a su casa a las cinco
de la mañana, se cambió la ropa por un shorts y salió a la acera, volvió a ver
su acera y pensó. “Tanto que había deseado tirarme al piso a dormir” ya lo voy
a hacer. Santiago descansó ese día que durmió una hora en la acera, como un
caballo.
Santiago todavía se levanta a las dos y media de la
mañana, sale a caminar por la población dos horas y luego se acuesta en la
acera una hora.
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