Rito a la Diosa Luna. Heberto Guillermo Corea Guerrero

Rito a la Diosa Luna. Heberto Guillermo Corea Guerrero

La ceremonia a la Diosa luna, era el baile del matrimonio que hemos dejado descrito en líneas anteriores y, se ponía en práctica en cada matrimonio que se realizaba o, en los días de Luna llena. Nuestros aborígenes el día de Luna llena  se concentraba en el lugar que por tradición se habían acostumbrado a visitar ese día, normalmente era un claro ubicado en altura; los músicos o tamborileros siempre eran los primeros en llegar, al sonido de los tambores llegaba el brujo mayor y encendía una fogata, luego las muchachas solteras se iban colocando hacia un lado de la plazoleta y, los barones hacia el otro lado de la plazoleta, las madres de familia con la justificación de cuidar a sus hijas, tenían la libertad de andar por cualquier lado de la plazoleta, esto les permitía conocer mejor a los varones presentes, los revisaban de arriba hacia abajo y,  entre las madres se comentaban sus experiencias, ellas habían caracterizado al tipo de hombre, entre las características definidas estaban que al hombre de rostro feo, Dios le había proporcionado una tripa grande  y al de rostro bonito, una suficiente para poder orinar, de igual manera al hombre desnalgado se le retribuía por delante;  otra característica de menor peso para las madres era la habilidad como cazador. Una vez que las madres recopilaban la información necesaria de los presentes, se dirigían hacia sus hijas a la recomendación correspondiente, si no encontraban el hombre ideal para su hija, se las llevaban para el rancho o, les prohibían dejarse tocar al momento de bailar.  Cuando las muchachas tenían bajada esta orden, se divertían mas, debido a que correteaban toda la noche saliéndose de los circulas a que eran sometidas por  las parejas de baile, ellas podían bailar con cualquiera, pero no repetir con la pareja de baile anterior, debían de dejar pasar al menos una pieza o más bien un descanso de por medio. Cuando la Luna estaba llegando al centro del firmamento, ya no tenía que haber nadie en la plazoleta. Si la madre identificaba al varón ideal para su hija, se le acercaba y le señalaba de forma discreta de quien debía dejarse tocar, claro está el hombre es el que tenía la iniciativa de tocar, la mujer era considerada mala mujer si ella permitía el roce de cuerpo de manera fácil. El hombre podía acercársele a una joven, le pedía bailar y, bien no tener la intención de rozarla para matrimonio, por lo que la joven por mucho que la madre le hubiese recomendado a tal galán, ella no podía ni invitarlo a bailar ni llevar la iniciativa de roce; el galán recomendado podía haber bailado con la joven sin intensión de roce matrimonial, si eso sucedía la joven sentía frustrada la oportunidad de formar familia. La próxima Luna llena, la madre normalmente le recomendaba a otro galán y ella accedía a la recomendación, lo que significaba que las jóvenes aborígenes no sentían el amor de la modernidad, probablemente no es que no se enamoraran, si no que sus costumbres no le permitían el coqueteo ante los hombres, debido a que estos, a la mujer que actuaba de esa manera, la descalificaban para formar familia. Si en el rito a la Diosa Luna, se daba el roce matrimonial, el hombre a lo inmediato lanzaba un grito o sonido gutural que identificaba a la pareja que contraería matrimonio la próxima Luna llena.  Los días que transcurrirían antes de la próxima Luna llena, eran para la joven y el joven los días más largo de su vida, éste únicamente podía ver a la joven hasta los tres días antes del rito matrimonial. La labor del joven debía de ser en ese período construir la rancha en donde iba a vivir con su familia, la joven elaboraba las vasijas de barro como plastos, vasos, ollitas de cocina; únicamente la olla grande para cocinar los regalos llevados por los visitantes al matrimonio la debía de construir el desposante.


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