PARA MI HIJA LIZIEL
NAYURIBE. Heberto Guillermo Corea Guerrero
La
enigmática hija, de sutiles pensamientos, de coloquiales decires
de
trasmutaciones espontáneas, de sonrisa epicúrea, de mirada creciente
de sensación
arrebatadora, de ojos café, de rostro salpicado por máculas genéticas paternas
esbelta como
la inocencia en flor, dulce y pragmático su carácter, si, esa es mi Liziel.
Mi Nayuribe
alegre, que se asombra como una niña ingenua, de todo cuanto acontece
el atardecer
lúgubre la indispone para el sueño, dormita cuidando a su hija Mía
transita el
presente con el futuro en sus manos, no se amilana ante destinos inciertos
es creyente
que una fuerza divina la protege, pero sabe que el impulso le pertenece.
Cuando nació
en enero fue muy calma, la paternidad vigilante la ofuscaba, quería ser libre
decidir su
propio destino, con sutiliza la lleve a graduarse de abogado, ahora si la
suelto y que encuentre su camino me dije, pero ha seguido el mismo camino, hoy
es una profesionista en ejercicio, adora a sus padres, es madre cariñosa y
sobreprotectora.
Sonrisa al
borde de sus labios, lagrimas muy susceptibles, se enternece por las penurias
ajenas, baila, salta y canta en alegría desbordante, así llega la tristeza a
sus ojos adormilados, pero preciosos como los míos, sueña que su salario se
estire y le llegue a fin de mes, recita oraciones en silencio, mucho cree en
los milagros, de igual manera espera sacarse la lotería sin comprarla.
Hija mía, el
asombro denota en ti felicidad, tus ojitos se abren y dejan ver sinceridad de
tu alma, y el aliento divino que sopló en tu naricita al nacer, la ingenuidad
es bella en tu personalidad, se conjuga con la altanería de tu porte indígena,
la elegancia la llevas en genes duplicados, la estulticia es herencia de tu
padre, tú eres original, pero tu genética es imposible obviarla.